Recuperar los sentidos

Si tuviera que elegir entre las sensaciones más lindas de mi vida, sin duda, recordaría ese momento.
La noche en que una chica me agarró de la mano por primera vez fue inolvidable. Sentí que era un poco más grande.
El tiempo pasó, esa chica fue mi ‘noviecita’ y me cambió la manera de hablar con las mujeres. Pronto conocería a quien sería mi primera novia. Rebelde, linda, de mi altura, tonta, nena, mala… y me cambió la manera de tratar a las mujeres.
Ella se demoró un poco más, pero fue lo más intenso de mi vida. El amor, la que nunca se olvida. La que me enseñó a ser hombre y me cambió la manera de hablar y tratar la vida.
Como en simples enunciados, ellas fueron marcas imborrables que lleva mi corazón. Me marcaron. Las primeras dos fueron inocentes y sus marcas, casi infantiles, adolescentes, fueron importantes.
La última, ella, lo hizo demasiado, lastimando, haciendo huella.
Si tuviera que elegir entre las sensaciones más lindas de mi vida, sin duda, recordaría ese momento.
Cada vez que me tomaba de la mano el eje de las cosas cambiaba y dejaban de importarme las horas. Le prestaba atención al momento.
Me sentía seguro. Hombre. (Una condición que luego se encargó de destruir)
Cuando tomamos de la mano a alguién que nos gusta, nos cambia el día, la piel se nos eriza y el corazón se acelera.
Cuando tomamos de la mano a alguien que amamos, nos cambia la vida, podemos morir en ese instante y lo demás, todo lo demás, se transforma en una aburrida rutina.
Si tuviera que elegir entre las sensaciones más lindas de mi vida, sin duda, recordaría ese momento.
Es extraño, pero tomarse de la mano es un gesto simbólico importantísimo.
Las manos son lo más representativo del tacto. Este quizás sea uno de los sentidos indispensables en el amor.
Es evidente que al enamorarse las personas son otras. Esto es, en parte, porque sus sentidos han dejado de ser los mismos.
Yo no era el mismo…
El tacto. Ella tomaba mi mano como nadie, la acariciaba sin hacer un solo movimiento. Con solo rozarme curaba varios de mis dolores. Arreglaba mis problemas, sanaba mis fracasos.
El oído. Sus palabras tenían la virtud de hacerme un poquito más feliz. Su tono era precioso, lento, rápido, suave y fuerte. Todo a la vez. Yo dedicaba muchos minutos a escucharla, sin que ella se de cuenta.
El gusto. Irremplazable de sus labios. Los besos con amor tienen un sabor inigualable. Sucedan cuando sucedan se vuelven tiernos y pasionales del mismo modo. En un boliche, en el comedor de casa o la mañana, después del ‘buen día’, del ‘levantate amor’. A veces, parecen aburridos, comunes. Pero cuando dejamos de sentirlos, los extrañamos como nada. Hace meses que no la beso y ese gusto, jamás lo tendrán otros labios.
La vista. ¿Hay algo más lindo que los ojos de una persona enamorada? Sus ojos eran claros, verdes y turquesa. Ojos de nena que se hicieron mujer. Yo, por esos privilegios de la vida, los ví crecer, cambiar.
El olfato. O mi peor enemigo. Los aromas me enamoran. Su perfume debe ser de aquellas cosas que menos percibía pero que más extraño. Su pelo, su ropa, su casa, su pieza, ella. Esto va más allá del amor y de mi historia. Hay olores que nos recuerdan a momentos inolvidables y volver a sentirlos, nos traslada a viejas épocas, a personas que ya no están, que nos han abandonado de distintas formas.
Si tuviera que elegir entre las sensaciones más lindas de mi vida, sin duda, recordaría ese momento.
Porque fue allí y en las historias que vinieron, donde pude cambiar mis sentidos. Hoy débiles, casi sin forma.
De a poco los vuelvo a recuperar, los reconozco. Ojalá cicatrizar las heridas hubiera sido el sexto sentido. Pero no.
Entonces, corre por mi cuenta.
De a poco.
De a poco vuelvo a tocar sin miedo a quemarme. Vuelvo a escuchar sin temor a que las palabras lastimen. Intento mirar sin que me duela esa imagen. Oler, otros perfumes más lindos. Vuelvo a besar, sin recordar a sus labios.
Cuando tenga que elegir entre las sensaciones más lindas de mi vida, sin duda, recordaré el momento en que mis sentidos se curaron. Ese día, los invito a que me den la mano y vayamos al río, a dejar pasar el tiempo.

Para jugar con los sentidos...